jueves, 2 de julio de 2009

La naranja mecanica (clásico)

Alex DeLarge es el líder de un grupo de pibes, a los que llama droogos. Se juntan en un bar que se llama Korova (una especie de Bukowski, con paredes oscuras llenas de obras de arte y frases pintadas) pero no para tomar Speed con vodka, sino “leche plus”. Esto es lácteo más Velocet, Synthemesco y Drencrom (“pero ésto es droga”. Sí, Andino, es droga. No jodas más, Guillermo).

En el bar hacen la previa, a lo único que los saca del aburrimiento, un poco de “ultra violence”. Vestidos con trajes de algodón blanco, borceguíes y sombreritos parecidos a los que usa Peter Doherty, salen a atacar gente.

La primera parte de la peli, es una secuencia de violencia impactante. Agarran a un linyera viejito y borrachín y lo cagan a trompadas. Se enfrentan en un teatro abandonado, con otro grupito que intentaba violar a una mina. Andan a toda velocidad en auto, provocando todo tipo de accidentes, hasta llegar a una casa de campo. Allí, en medio de ambientes flexibles, medio-niveles y muebles de diseño, trompean a un viejo y abusan de su mujer, al ritmo de Singin’ in the rain. Y todo en la misma noche!

Luego de pasar otra vez por el bar lechero y, antes del amanecer, Alex vuelve caminando a su casa. Allí, sólo y en medio de la basura, el mundo parece aún más cruel que en la definición de él mismo.

Nuestro “amigo y humilde narrador” vive con sus padres. Su mamá toma pastillas para dormir y trabaja todo el día en una fábrica. Se ve como la típica víctima del capitalismo. La alienación de la que hablaba Marx parece haberle ganado por goleada.

Alex roba algunas cosas en sus ataques, las cuales van a parar a un cajón de objetos abandonados. No le importan. Este pibe no tiene nada. Sólo sus impulsos y a Beethoven. Ama a Ludwig van, como lo llama.

Un día, sus droogos hartos de su despotismo, le tienden una terrible cama (un poquito más chica que aquella organizada por plantel pincharrata al jefe Astrada). Y al muchacho le revolean catorce años de condena por la cabeza.

Una vez en la cárcel, Alex se hace amigo del cura de la iglesia, lee la Sagrada Biblia y es el encargado de un proto- karaoke en la misa, el cual maneja mientras recibe besitos de los otros presos. Cara de nene, rubio, ojos celestes y encima enjaulado: sos carne de cañón!

Alertado por algunos rumores, DeLarge cree encontrar en el Tratamiento Ludovico, una forma rápida de salir de prisión. El sistema, a cargo del Dr. Brodsky (al parecer, tío de la “bebota” Adriana) “soluciona” los impulsos violentos, generando sensación de muerte a quien los posee. Alex “sólo” tiene que ir al cine. Pero no hay pochoclo. Mira películas violentísimas con los ojos completamente abiertos y con la música a todo volumen. Justamente esto es lo que más lo hiere, sentir dolor al escuchar a su amado Ludwig van.

Al muchacho lo vacían. Lo único que tenía, su amor por la música, se fue. Sus impulsos, lo llevan a la muerte. Parece ausente. No puede elegir.

Esta peli, inspirada en la novela de Anthony Burgess, tiene muchos años. Sin embargo, su influencia continúa vigente. Sepultura acaba de grabar un disco conceptual inspirado en “La Naranja”; el himno de punk argento “1,2, ultraviolento” está tomado del lenguaje que utilizan los droogos, las referencias en otras pelis son constantes y el finadito Heath Ledger, para hacer su fantástico Guasón, tomó más de Alex que de su antecesor Nicholson.

Un clásico, y ya.


Calificación: 5 Chettis.



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