jueves, 23 de septiembre de 2010

The 40 year old virgin

Andy (Steve Carell) tiene cuarenta años. Vive en un lindo departamento, muy ordenado, con las paredes repletas de muñequitos conservados en sus cajas originales, consolas de juegos, sillones especiales para jugar, tremendas pantallas y demás. El paraíso!!!
Se levanta temprano, entrena, y no sin antes saludar a los viejitos que viven arriba, con los que se junta a ver Survivor, se va a laburar.
Trabaja en una tienda tipo Garbarino, como jefe de inventario. Por su manera de ser, es visto por sus compañeros como el bobo del depósito. Una noche, en la que lo invitan a jugar al póker, porque no les queda otra, su terrible secreto (compara una teta con una bolsa de arena, y todos se avivan) sale a la luz: no la pone ni en un vaso, como el lobito: es virgen!!!
Desde ese momento todos se ponen locos, y empiezan a hacer lo imposible para que el pibe le vea la cara a Dios: “a partir de ahora tu pito es mi pito” dice Jay, interpretado por Romany Malco, que la descose, haciendo el papel de bocón y calentón que solo piensa en ponerla.
Los demás compañeros son: Cal, (Seth Rogen, uno de los polis de Superbad) que interpreta a un empleado del depósito, quien fuma porro como Charles Bronson mata violines.
También hay un depresivo que extraña a su novia (David, Paul Rudd), con quien estuvo hace dos años y duró ¡¡¡ cuatro meses!!!! Y un viejo que putea más que Federico Luppi después de agarrarse un huevo con un postigo.
Un día, en el local, aparece Trish (Catherine Keener, ya lo dije, y lo repito: ojo que es mi novia), buscando una videocasetera (como Delia, por el centro platense). El pibe la atiende, le recomienda llevarse un reproductor de Dvd y liga como premio, una tarjeta personal, con teléfono incluído. La señora en cuestión, tiene un negocio justo en frente, lo que facilita el futuro encuentro.
La cosa se va dando: Andy y Trish comienzan a salir. Dado que ella tiene tres hijas y una nieta y gracias a ciertos papelones, el sexo es dejado de lado por 20 citas, de común acuerdo.

El viaje, hasta que llegue el gran momento, es desopilante. Te morís de risa. Carell, en su papel de goma, se gana el premio Superman, al mejor jugador de la cancha, aquel de las transmisiones de Nacional B, comandadas por Varsky y Simón, los sábados a las 19, hace muchos años.

Judd Apatow, director de la peli, al igual que nuestro “mañana campestre” Santaolalla, convierte en oro todo lo que toca. Demasiados chistes buenos, puteadas, locuras y algunas escenas memorables: la depilación, el “¿sabes cómo me doy cuenta que eres gay?”, el musical del final, entre otras.
Imposible no sentirse identificado con lo costoso y duro que resulta dejar atrás nuestro mundito protegido, para hacerse cargo y pasar de pantalla hacia una vida adulta.

Faaaa, peliculón.

Calificación: 4 Chettis.


domingo, 12 de septiembre de 2010

Lost in translation

Bob Harris (Bill Murray) es un actor que conoció la gloria. Su cara, sus gestos, nos muestran que ese tiempo se fue. Por eso es que tiene que aceptar ir hasta Tokio para filmar una publicidad de whisky. En la capital de Japón, en medio de tanta gente y tanto cartel luminoso, Bob se encuentra solo, triste, abrumado.
Esto cambia cuando conoce a Charlotte (Scarlett Johansonn). Cómo no sentirse así (diría Solari) si esta chica es de lo más lindo que le ha pasado al planeta en los últimos años, junto con el nacimiento de Maradona y el peronismo.
Charlotte estudió filosofía y está allí, acompañando a su marido fotógrafo. Ella al igual que Bob, está en un período dubitativo, de falta, el famoso “no saber pa’ donde correr”.
El encuentro le dará cierto sentido a sus días. Hallarán un complemento el uno en el otro. Van a recorrer la ciudad, que se les irá haciendo más amigable, se van a mirar, deseándose, llegando esta relación a la máxima tensión en una tremenda escena en la que comparten la cama, distanciados, mirando el techo, con Bob acariciándole tímidamente el pie, quizás por no animarse a ir por más.
Coppola arma escenas con diálogos mínimos, cuenta a través de los silencios, las miradas, el soundtrack.

Linda peli, chiquita, interesante, en su momento fue muy barrileteada por los críticos: la amaban. Esto se vio reflejado en una gran cantidad de nominaciones y premios.

Bonus: el culotte de Scarlett y principalmente lo que éste cubre, en el primer plano de la escena de apertura del film, justifican por sí solos, la invención del cine.

Calificación: 3 Chettis