Di mil vueltas para hacer este comentario. Escribí, borré, empecé de nuevo… A ver, comencemos por algo.
Alvy Singer es un comediante. Neurótico, obsesivo, paranoico. Un tipo bastante especial que vive analizando todo. El fin de su relación con Annie Hall le sirve para hacer un repaso de los momentos vividos con ella y de sus otros fracasos amorosos.
A Annie la conoce jugando un partido de tenis. Ella realiza un intento por acercarse y terminan compartiendo una tarde en su departamento.
La relación se pone en marcha y vemos como Annie comienza a desarrollar algunos de sus sueños: cantar, por ejemplo.
Alvy, en cambio, sigue enganchado con sus obsesiones, entre ellas, la muerte: no para de regalar libros que contengan la palabrita en el título; los antisemitas: encuentra émulos de Hitler por todos lados.
Cree no poder avanzar. Ante los progresos conseguidos por Annie en su primera sesión de terapia, sólo puede comentar: “hace quince años que voy únicamente a lamentarme”.
El drama de Alvy es que ocupa todo el lugar disponible. Todo gira en torno a el, sus problemas, sus obsesiones, dejando sin espacio a Annie. Todo esto sin hablar de su tremenda necesidad de huir ante cualquier mínimo indicio de formalidad.
Y ya está, no escribo más sobre este tipo porque así como Porcel, en “Expertos en pinchazos” declara que no soporta a los gordos, yo aviso que no tolero a los neuróticos obsesivos.
Calificación: 4 Chettis.