domingo, 24 de mayo de 2009

Any given Sunday


Ya desde la primer escena (primerísimo plano de dedos magullados y vendados en busca de un balón) queda clara la intención de Oliver Stone: mostrar el mundo del futbol americano desde adentro, bien de cerca.

Al Pacino, otra vez en un papel que le sale de taco, el de ítalo-americano (encima se llama Tony, como el más grande) es un entrenador ganador, aunque entrado en años. Romántico y enamorado de la esencia del juego, algo así como un Flaco Menotti de nuestro fobal criollo. Obviamente tiene problemas con algunos periodistas (“vos sos contra mío”) y la dueña del equipo (Cameron Díaz, ricaaaa!!!).

El problema comienza con la lesión de Cap Rooney (Denis Quaid) en medio de un partido. A esto se suma otra lesión: la de su natural reemplazante. Por lo que no queda otra que utilizar al tercero en la lista: Willie Beaman (Jaime Foxx, brillante como siempre). El pibe, más nervioso que Goyco cuando entró en el ’90, apenas pisa el campo de juego se pone a vomitar. Lindo comienzo. Tony debe lidiar con esto. Como si fuera poco, a los jugadores les gusta demasiado el dinero, las fiestas con merca y corretear a cuanta mina anda dando vueltas.

Sin embargo, el entrenador, con mucho laburo, consigue reavivar el fuego sagrado. No sin antes verse enredado el mismo en sus propios problemas: putas y whisky (otra vez el Coco!).

Por momentos, Stone (cuyo apellido debería ser Stoned, ya sabemos por qué) camina sobre una delgada línea que separa a una buena película de la obviedad con lección de moral incluída. Sin embargo, a mi entender, zafa y no queda otra que emocionarse con, por ejemplo, la charla técnica, que Tony ofrece a sus jugadores (preguntale al Lobito cómo le fue, después de que el Cholo se la mostrara a sus jugadores pincharratas antes de un clásico).

Para el final, queda la revancha de Tony, en un desenlace bastante sorprendente.


Puntaje: 3 chettis.



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